Apodada desde hace décadas como la planta del corazón, esta romántica planta pertenece a la familia de las aromáticas y, según la leyenda, la Melisa tiene el poder de curar la tristeza y el mal de amores.
No podemos asegurarte que vaya a sanar tu corazón roto, pero sí sabemos que la melisa es una gran aliada frente a distintos problemas cardíacos, motivo por el que es usada desde el Siglo X por los árabes.
Características generales de la Melisa
La melisa es una olorosa con un suave aroma a limón, ramificada y que, en buenas condiciones, puede superar el metro de altura. Sus hojas son ovaladas, algo similares a la de la ortiga por sus bordes dentados pero más suaves al tacto; y sus flores, sin resultar la atracción principal de la planta, son muy bonitas y aromáticas, pequeñas y en colores blanco, amarillo o rosado claro.
La época de florecimiento de la melisa se da desde mediados de primavera, hasta los últimos días de verano, y al igual que muchas de sus hermanas aromáticas, la parte que queda al aire muere, pero sus raíces solo esperan a la siguiente primavera para resurgir.
Normalmente las vemos como parte de un jardín o huerto de plantas olorosas, aunque últimamente es cada vez más común verla en macetas por todos los balcones. Y, con la melisa, no todo es la estética de la planta: sus hojas son ideales para preparar distintas infusiones calmantes o para dar un sabor único a las diferentes comidas. Además, la melisa atrae a las abejas, por lo que mantendrás las plantas de al rededor siempre polinizadas, ¡una maceta de melisa hará bien para ti y para el resto de tus plantas!
¿Cuál es el mejor sitio para mi melisa?
Lo ideal para una planta de melisa es un lugar con sombra y en un suelo más bien arenoso u orgánico; aunque resulta realmente resistente a las distintas temperaturas y a los diferentes tipos de suelo.
Eso sí, no la mantengas siempre a oscuras; para crecer fuerte y fibrosa, la planta necesitará algo de sol, si no perderá su color y aroma. La melisa es tan resistente, que solo necesitará un par de horas de sol al día y un riego regular pero no abundante, ya que incluso aguanta la sequía de manera casi inócua, ¡es una planta silvestre! No obstante, no podemos sobreforzar una planta: evita someterla a heladas o corrientes de viento helado.
¿Cómo cultivar mi melisa?
La melisa es muy sencilla de cultivar, podrás hacerlo mediante semillas o por la división de sus raíces, plantando algunos brotes sanos de la planta. Si eliges el método de las semillas, deberás sembrar durante el periodo de las últimas semanas de primavera, ya que el calor de los primeros días de verano será esencial para la germinación.
Intenta separar las semillas con un espacio de 30 cm entre ellas, ya que si no crecerá de forma rastrera y la base de la planta se hace demasiado densa.
¿Cómo debo regar la melisa?
La melisa resiste muy bien la sequía, así que en invierno podrás respirar tranquilo y descuidar su riego. Eso sí, en verano, los riegos tendrán que ser regulares – aunque no muy abundantes para evitar encharcamientos – para mantener la humedad constante en el suelo.
¿Cuándo podré cosechar mi melisa?
Una de las ventajas del cultivo casero de melisa es que sus hojas se mantienen frescas casi todo el año, solo pasarás apenas dos o tres meses sin ellas, por lo que puedes usarlas frescas cada vez que las necesites. Ahora bien, el punto idóneo es justo antes de que florezca la yema, es cuando más conservan su aroma.
Después de la cosecha, podrás conservar las hojas en manojos en un bote cerrado, y recurrir a ellas siempre que quieras. También puedes dejarlas secar en manojos boca abajo y tu melisa no tendrá nada que envidiar a la comercial.
¿Qué plagas afectan a la melissa?
¡Tranquilo! Este no será el punto que te hará desenamorarte de la melisa; de hecho, debes saber que es una de las plantas más inmunes a ataques, ya que su alta concentración de aceites esenciales eliminan el acercamiento de cualquier plaga común. No obstante, ten cuidado con el riego, porque aunque una plaga no pueda con tu melisa, en encharcamiento lo hará.
Lo más normal en casos de exceso de riego es:
1. Oídio, una enfermedad fúngica provocada por un hongo que hace que aparezca una capa de micelio blanco sobre las hojas. Difícilmente tiene solución, pero podrás intentar salvar la planta con un fungicida sistémico.
2. La podredumbre de las raíces, que es una consecuencia del constante exceso de humedad en las raíces, provoca la marchitación de las hojas, acabando en la muerte de la planta.